Animal fantástico común a todas las mitologías, que también encontramos en la iconografía cristiana, el dragón no es una lejana ficción: es el símbolo de las fuerzas instintivas del ser humano. Y toda la aventura de la vida espiritual consiste en domesticar, amansar y orientar estas fuerzas para utilizarlas como medios de propulsión con el fin de alcanzar las altas cimas del espíritu. Porque si este monstruo con cola de serpiente y que arroja llamas tiene alas, se debe sin duda a que las fuerzas que encarna encierran un destino espiritual. «La energía sexual es una energía que puede compararse con el petróleo, dice el Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov: quema a los ignorantes y a los torpes (esta fuerza quema su quintaesencia) mientras que sirve a aquellos que saben utilizarla, los Iniciados, para volar por el espacio.» Tal es el sentido del Dragón alado.