El olor a cobre de la sangre y ese olor a putrefacción la golpearon.
Todo su cuerpo se contrajo, cada uno de sus músculos se puso en alerta y todos sus instintos le gritaban que corriera, corriera, corriera.
Pero sus ojos de hada se acostumbraron a la oscuridad y revelaron el departamento.
Lo que quedaba de él.
Lo que quedaba de ellos.
Ayuda, tenía que conseguir ayuda, pero…
Entró al departamento destrozado.
—¿Danika? —la palabra era un sonido crudo y resquebrajado.
Los lobos habían peleado. No quedaba un solo pedazo de mobiliario intacto, que no estuviera rasgado o roto.
Tampoco había un cuerpo intacto. Lo único que quedaba eran pedazos amontonados.
—DanikaDanikaDanika…
Tenía que llamar a alguien, tenía que gritar para pedir ayuda, tenía que llamar a Fury, o a su hermano, a su padre, necesitaba a Sabine…
La puerta de la recámara de Bryce estaba destrozada y el umbral pintado de sangre. Los carteles de ballet colgaban hechos jirones. Y sobre la cama…
Sabía en sus huesos que no era una alucinación, lo que yacía en su cama, sabía en sus huesos que lo que se desangraba en su pecho era su corazón.
Danika estaba ahí. Hecha pedazos.
Y al pie de la cama, por toda la alfombra desgarrada y en pedazos más pequeños, como si hubiera muerto defendiendo a Danika… supo que eso era Connor.
Supo que el montón justo a la derecha de la cama, el más cercano a Danika… eso era Thorne.