En este trabajo singular hay algo, aunque sea por sutil comparación, semejante al talento especial del urbanista. Las décimas de Pedro Péglez no son casas aisladas, aunque cada una de ellas lleve un alzamiento cuidadoso y estremecido, sino conjuntos arquitectónicos que tienen el sentido fino de la convivencia, y son como construcciones que se miran unas a otras y se calculan las distancias y conjunciones que le están permitidas, según leyes de gracia y comunicación dentro del espacio total del poemario.