Ernest Hemingway: el arte de lo implícito
De qué habla: de las secuelas psicológicas de la guerra con el compromiso de contar la verdad. De su rechazo al fascismo. Del amor, de la naturaleza. De la pérdida.
Toma nota de sus palabras: «La fidelidad del escritor a su verdad debe ser tan alta que su invención, a partir de su experiencia, produzca una explicación más verdadera que cualquier hecho real».
Entre sus maestros: Marcel Proust, Mark Twain, Flaubert, Stendhal, Bach, Tolstói, Dostoievski, Chéjov, Kipling, Thoreau, Shakespeare, Mozart, Quevedo, Dante, Virgilio, San Juan de la Cruz, Góngora, Tintoretto, Goya, Cézanne, Van Gogh, Gauguin.
Operación narrativa habitual: la elipsis, las alusiones, los rumores, las suposiciones, las tergiversaciones.
Sus logros:
Convierte el escamoteo en expectativa. Toma nota de sus palabras: «No se omite lo que no se conoce, sino lo que se conoce muy bien. En una historia muy simple titulada “Fuera de temporada” omití el verdadero final en que el viejo se ahorcaba. Lo omití basándome en mi teoría de que se puede omitir cualquier cosa si se sabe qué omitir y que la parte omitida refuerza la historia y hace al lector sentir algo más de lo que ha comprendido».
Las voces exactas de los personajes, con reflexiones sutiles.
Diálogos secos, puros y duros.
Exacto manejo de la información. Hemingway decía que aprendió a escribir también de los pintores, que le enseñaron la composición, la contraposición y la armonía tanto como los escritores.
Traslado de los detalles autobiográficos a la ficción. Hallazgos simples y deslumbrantes.
Escribir historias aparentemente triviales e intrascendentes en las que subyace el sentido del relato. Una prosa conceptual que insinúa sin explicar.
El final abierto, que produce un impacto en la conciencia y en la imaginación del lector.