Los diagnósticos del espectro autista anulan la experiencia infantil, la ficción, la fuerza del deseo, la curiosidad, la sensibilidad y la potencia de la plasticidad, y las torna opacas, las suprime o reprime hasta considerarlas trastornos o síndromes.
Es imposible anticipar y clausurar lo que pueden las infancias. Escuchemos la sensibilidad y la resonancia de su grito, dispuestos a despatologizarlas. Ingresemos en su mundo para entretejer experiencias escénicas, desplegando plasticidad, imaginación y humanidad.
Seamos sensibles al clamor de los gritos de los más pequeños que sufren, aunque otros intenten acallarlos mediante etiquetas, metodologías y propuestas terapéuticas cada vez más precoces.
Sostengamos la convicción de una clínica que no solo se opone a los clichés de los diagnósticos-pronósticos de turno, sino también a un aparato que define de antemano el futuro de las infancias, el de sus familias y su inclusión escolar, comunitaria. Nadie sabe lo que pueden crear los niños y las niñas cuando viven sus experiencias infantiles.
¿Seremos capaces de deconstruir nuestra mirada, el cuerpo, la gestualidad y los dispositivos para encontrarnos con el sufrimiento de la niñez?