Un misterioso violinista aparece cada día frente a la casa de Triana y toca para ella. Triana, que está pasando por unos momentos muy difíciles a causa de la muerte de su esposo, interpreta este hecho como una casualidad afortunada. Si en un principio el virtuosismo del desconocido la acompaña cuando más lo necesita, el extraño encanto de su música acaba por sumir a Triana en sus recuerdos más dolorosos. Atrapada en una vorágine de pensamientos obsesivos y confusos, Triana se siente fascinada por este violinista a quien, en su delirio, invoca mentalmente día tras día. Así es como el príncipe ruso Stefanovsky acepta la invitación de Triana y franquea el umbral de su casa para nutrirse de su alienación y atraparla con el fantasma de su música.