Ya casi estoy fuera cuando noto que alguien me tira de la chaqueta. Cuando me giro, unos brazos me envuelven el cuello y el limpio y fresco aroma a manzana verde me envuelve mientras Bronwyn me besa en la mejilla.
—Tienes razón —me susurra su aliento cálido al oído—. Lo siento. No es asunto mío. No te enfades, ¿vale? Creo que no sería capaz de soportarlo si dejaras de hablarme.