para el amor siempre renovado a Jesucristo y, con ello, para el proceso constante de ir haciéndose cristiano son necesarias las siguientes virtudes: paciencia, mansedumbre, dulzura, buena intención, perfeccionamiento, humildad, santo celo, desprendimiento, búsqueda de la voluntad de Dios, disposición a la entrega y, sobre todo, la fe, la esperanza y un amor invencible.