Maquiavelo tradujo en máximas las prácticas habituales de sus contemporáneos. Fue sincero y fue su brutal franqueza la que con el tiempo le causó problemas. Fue un típico representante de su época, y en cuestiones prácticas las afirmaciones deben entenderse en su contexto, porque solamente se conocen cabalmente cuando se comprende a qué tradición intelectual pertenece quien la sostiene. Por eso explicar una acción implica explicar también el contexto en que se realiza.
Contrariamente a lo que sostienen muchos de sus críticos, Maquiavelo se limitó a observar lo que ocurría y a explicitarlo en sus obras. Lo que le recriminaron algunos fue precisamente mostrar lo que todos ocultaban. En su época la primera condición del gobernante era alcanzar el poder mediante la habilidad, la astucia y la fuerza. Su éxito consistía en adaptar los principios de sus acciones según soplaban los vientos. Fue una época de corrupción generalizada, en la que todo estaba permitido. El oportunismo político fue practicado en el siglo XVI por todos los gobernantes.
«Maquiavelo es condenable por algunas de sus afirmaciones, pero no por todas las que se le atribuyen. Algunas hoy son indefendibles. Otras, en cambio, conservan su vigencia. Las controversias que originaron tiempo después sus escritos son numerosas. Aquí las he reducido a las que considero más fecundas: el empleo de la crueldad y la violencia; si el fin justifica los medios; si es lícito mentir y si el gobernante ser más temido que amado» (Del capítulo IV: Ética y política).