Hay un bosque talado, de hombres yaciendo, sobre una tierra empapada, de color indeleble; del color vino tinto. Hay troncos sobre troncos, y troncos sin ramas. Y un olor perdurable a pólvora y miedo.
Ha cesado el estruendo. Han ahogado sus gritos, las bocas del infierno. Ya no escupen veneno. Un silencio que aterra vaga por el páramo, y entre escombros de cuerpos, una voz se levanta, una voz pausada y firme:
Apela a la libertad, a la empatía, a la tolerancia. Clama por el respeto y la hermandad… Injuria a la sinrazón.
Otras voces rielan, sobre la meseta inerte. Y las palabras se entienden, y hombro con hombro, caminan los hombres.
Ha cesado el estruendo.