Cárdeno adorno

Quieres mi vida, Yunus, pero eres mi verdugo

Yunus, no traes días a esta noche. El tiempo no pasa porque tú vengas.

Yo ya no seré

Los niños se agachan, se encogen de hombros, forman un rebaño contra el lobo, se apretujan, el cordero más joven en el medio. Contra el padre, amo y señor de todo.

En la cabeza llevo la contabilidad de las entradas y las salidas, la paz comprada, los golpes frustrados y los ejecutados.

Cuántos golpes para mí equivalen a un golpe para los niños, cuántos golpes equivalen a cuántas penetraciones, cuánto cuesta la prevención de un golpe y cuánto la prevención de una penetración.

Calculo con unidad de medida propia. La unidad más pequeña es el golpe. Los golpes en la espalda y la cadera, en los brazos y las piernas cuentan un punto, respectivamente; los golpes en el vientre y los dedos, dos puntos; los golpes en la cabeza y la cara, cuatro; si se producen con la madera, duplico los puntos; con el metal, los multiplico por cuatro; una violación cuenta ocho puntos.

Listas de entradas, de salidas, de entregas.

Con el dinero pago las facturas de la escuela y la guardería, compro calma y paz, rescato a los niños de los golpes y, si me sobra, también a mí.

Quiero llevármelo todo. Quiero dárselo todo a mis niños

Oigo a las vecinas hablar en voz baja. Se inclinan hacia mí y me susurran al oído la canción de su cárdeno adorno.

Es tu destino, tienes que vivir así, aunque él sea un perro.

Tenemos que vivir así, tenemos que sufrir así, no hay remedio.

¡Piensa en los niños!

El tiempo sin golpes es el paraíso. Hay sitio para el latido de nuestros corazones

Yunus, de pie en la cocina, grita: ¿Qué más quieres? ¡Te he traído a una esclava!

Arrastra a su madre por el pelo afuera, al patio, hacia la calle, y brama: ¡Vete!

Yunus me pega.

Tiene que sacarme a golpes la niña de los huesos.

La muchacha de las vísceras.

Tiene que meterme a azotes la esposa dentro del cerebro