Poema de amor poscolonial

Vamos a donde hay amor,

al río, a nuestras rodillas bajo el agua

dulce. La sumerjo cuatro veces,

hasta quedar vueltas río.

Vueltas cambio

Mi melancolía tiene pezuñas.

Yo, la terrible hermosa

Cuando los ojos y los labios se satinan con miel,

lo que es visto y lo que es dicho nunca será lo mismo,

así que ¿por qué no tomas la manzana

en la boca:

—en llamas, en pedazos, recién

salida del filo delgado del cuchillo?

Nunca supe que yo también era una lámpara, hasta que la luz

se vertió de mis adentros, se escurrió por mi muslo,

subió volando en mí, quedó atrapada en mi garganta como un

[canario

dijo, No comemos serpientes. Son nuestras hermanas.

Ella dijo, Te di mi nombre —yo te llamé.

Y vi su lengua como un látigo de tinta

escribir mi nombre en el aire.

despellejó una serpiente en nuestro jardín.

La puso a freír en el disco. Me dio el cascabel

atado a un cordón que usé en torno al cuello.

Hasta que mi abuela mojave lo vio y dijo,

Quítatelo. Le pregunté, ¿Por qué? Ella contestó,

¿Usarías mi pie alrededor del cuello?

tío Facundo era de Zacatecas

alfabeto de la mano de mi amada en la oscuridad,

un gesto que puedo leer. Un texto de deseo.

Ella entra en mí —soy su scriptorium.

Caminar sobre una palabra con la dentadura de nuestra mente.

Escribir es ser comido. Leer, estar lleno.

cuerpo que se deja a sí mismo por sí mismo.

Cada nuevo renglón es su propio cuerpo, hecho posible

por el primer cuerpo, y aquí ahora entrando

a las habitaciones de nuestro ojo y oído.