Conviene reflexionar sobre lo que antes considerabas normal. Recuerda tu primer sueldo, lo generoso que parecía entonces. O tu primer departamento, con su única habitación y baño, y el ramen que gustoso devorabas en la cocina. Hoy, a medida que te vuelves más exitoso, estas condiciones no parecen suficientes. De hecho, seguro quieres más de lo que ya posees. Sin embargo, hace no muchos años esas condiciones ínfimas no sólo eran suficientes, ¡eran maravillosas!
Cuando encontramos el éxito, olvidamos lo fuertes que éramos. Estamos tan acostumbrados a lo que tenemos que creemos que moriríamos sin ello. Nos habituamos a la comodidad.