Por supuesto, pensar en la muerte tiene sus efectos saludables: entiendo que, si bien la realidad (fisicalidad) de la muerte nos destruye, la idea de la muerte puede salvarnos. Se trata de una antigua sabiduría: es por eso que, desde hace siglos, los monjes tienen una calavera en su celda, y por lo que Montaigne aconsejaba vivir en un cuarto con vista al cementerio.