En 1790, nueve años después de la publicación de la Crítica de la razón pura, Immanuel Kant, poco dado a las polémicas y las controversias (ni aun siquiera las intelectuales), tomará la pluma para responder a uno de sus críticos más feroces, Johann August Eberhard, filósofo leibniziano y cordial enemigo de la revolución filosófica propuesta por Kant, había iniciado un duro ataque a la filosofía kantiana en las páginas de Philosophisches Magazin de Halle. Algunos de los núcleos centrales de la Crítica (la noción de juicios sintéticos a priori y con ella la posibilidad misma de la metafísica como ciencia) habían sido puestos en cuestión. El mundo filosófico alemán esperaba ávidamente una respuesta del gran filósofo de Königsberg. La Respuesta a Eberhard con el título Sobre un descubrimiento según el cual a toda nueva crítica de la razón pura la torna superflua una anterior es el testimonio de ese debate intelectual. En esas páginas Kant aclara ciertas ambigüedades y disipa algunas de las interpretaciones erróneas que se habían hecho de su primera Crítica. Apéndice ineludible de una lectura rigurosa de la Crítica de la razón pura, la Respuesta a Eberhard exhibe, con un rigor conceptual y una vehemencia poco común, la potencia del pensamiento kantiano y la radical novedad del idealismo trascendental en relación con la metafísica anterior.