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Antonio Muñoz Molina

Beatus Ille

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  • Édgar Rodríguez Lópezhas quoted6 years ago
    Había sido siempre así, pensé, rozarla siempre con mis ojos y mis manos y no cruzar nunca el abismo que divide a los cuerpos cuando están tan cerca que un solo gesto o una sola

    palabra bastaría para rasgar la telaraña cobarde que anuda el deseo a la desesperación, cuatro años justos que se resolvían en ceniza y en nada, con la fría serenidad visible

    de lo que ya ha sucedido, igual que se deshacía en el café el azúcar que yo estaba vertiendo en la taza, frente a Mariana, moviéndolo con una cucharilla, impasible, atento, turbiamente absorto en mi desayuno y en su camisa entreabierta
  • David Armando Córdova Pradohas quoted6 years ago
    Uno no siempre es responsable de los primeros episodios de su fracaso, pero sí de la arquitectura del último círculo del infierno.
  • David Armando Córdova Pradohas quoted6 years ago
    La propia muerte es la única obra digna de un artista.
  • David Armando Córdova Pradohas quoted6 years ago
    Sólo quien elige el modo y la hora de su propia muerte adquiere a cambio el derecho magnífico de parar el tiempo.
  • Édgar Rodríguez Lópezhas quoted6 years ago
    La

    mirada de Mariana era de una transparencia absoluta, cosa que a mí me inquietaba siempre, por algún motivo que nunca llegué a alcanzar. Era como si sus ojos pidieran

    algo, como si estuvieran vacíos, como si uno con sólo mirarla, la viera desnuda. Al
  • Édgar Rodríguez Lópezhas quoted6 years ago
    «He

    empezado a escribir un libro», dijo Solana, señalando vagamente su maleta, en la que

    acaso guardaba ya los primeros borradores. «En la cárcel, como Cervantes»,

    entreabrió los labios para sonreír y Manuel advirtió que le faltaban varios dientes.

    «Se llamará Beatus Ille. ¿Te gusta el título? Trata de Mágina, y de todos nosotros, de

    Mariana y de ti, de Orlando, de esta casa. Por eso necesitaba volver a verla
  • Édgar Rodríguez Lópezhas quoted6 years ago
    «Me acuerdo como si fuera ayer

    del día en que te marchaste. El quince de mayo va a hacer diez años. ¿Te acuerdas tú?» Ahora Beatriz le hablaba a otro hombre que no era yo, y ella lo sabía, pero ya no

    le importaba, del mismo modo que había dejado de importarle que el otro la estuviese

    esperando en el automóvil negro. Imperiosamente le hablaba a una sombra, a alguien

    que tal vez fui yo trece o catorce años atrás, cuando aún no existía Mariana ni la vergüenza de desear lo que me había sido negado, esa clase de injusticia o error que

    nadie repara y nadie acepta
  • Édgar Rodríguez Lópezhas quoted6 years ago
    Guardó el cuaderno cuando

    llegaron a la estación de Mágina, sin haber leído aún el largo relato que ocupaba las

    últimas hojas ni entender, por lo tanto, el motivo de que en el forro hubiera también

    un casquillo de bala envuelto en un trozo del ABC republicano del 22 de mayo de 1937. Sólo esa noche, anoche, cuando Manuel ya estaba muerto sobre la alfombra del

    dormitorio nupcial, Minaya cerró con llave la puerta de su habitación y descubrió que

    Solana había contado en las últimas páginas del cuaderno la muerte de Mariana, y que la bala que la derribó no había venido desde los tejados por donde los milicianos

    perseguían a un fugitivo, sino de una pistola que alguien empuñó y disparó en la misma puerta del palomar.
  • Édgar Rodríguez Lópezhas quoted6 years ago
    «No dura la memoria», pensó Minaya mientras abría la estilográfica que tal vez tocó Solana unos minutos antes de morir, mientras intentaba accionar el mechero que tantas noches ocupó un sitio preciso entre las costumbres de la escritura y el insomnio, «sólo duran las cosas que siempre pertenecieron al olvido, la pluma, el encendedor, un par de zapatos, una mancha de tinta como una huella sobre la madera».
  • Édgar Rodríguez Lópezhas quoted6 years ago
    Había sido Manuel quien le sugirió a Minaya que visitara «La Isla de Cuba», ofreciéndole a Inés como guía en su descenso, pero ahora, cuando miró otra vez la ciudad y el valle desde la explanada del cortijo, cuando estrechó la mano grande de

    Frasco, el casero, testigo de los últimos días y de la muerte de Solana, sintió que no le habían llevado allí ni la sugerencia de Manuel ni su propio deseo de conocimiento, sino el orden clandestino de los manuscritos hallados por él en el dormitorio nupcial,

    cuya última página estaba fechada el 30 de marzo de 1947, un día antes de que Jacinto Solana bajara a «La Isla de Cuba» en el trance de su penúltima huida, sabiendo acaso que nunca más iba a volver a Mágina
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