Como niños a la espera de ese primer impulso, seres guiados por el instinto o kamikazes en alguna misión que los sepulte bajo el peso de su propio delirio, los personajes de Adiós a la francesita, Instrucciones para abrir una caja fuerte y Cuando el amor emigró a Leningrado —relatos ligados por el título como hilo conductor— nos abren las puertas a una búsqueda de anhelos profundos, viajes que encienden ilusiones y halos de esperanza que avivan la penumbra.