Habría dado, sin pensarlo, la mitad de mi paga, e incluso toda entera, por tener una mujer en mi cama revuelta todas las noches. Una mujer a la que también pudiera hablar. Y que pudiera darme el placer de desvestirla cuando quisiera, hacerla bailar en mis brazos y oírla reír, una verdadera risa de mujer, para mí.