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Julio Ramón Ribeyro

La palabra del mudo (antología)

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Los cuentos de Julio Ramón Ribeyro, a pesar de su versatilidad, configuran un mundo narrativo orgánico, personalísimo, en el que se alían el contenido profundamente humano de sus temas con una depurada técnica y un estilo diáfano y conciso. Circunscritos en sus comienzos a la pequeña clase media y a los marginados del medio urbano limeño, sus relatos fueron cobrando amplitud y universalidad, para abarcar en definitiva al hombre de nuestra época, concretamente a cierto tipo de humanidad, producto de la urbe o del poblado, confrontada a situaciones límite y que, incapaz de discernir entre lo real y lo ilusorio, entre lo posible o lo imposible, se ve condenada a un combate solitario y perdido de antemano. El tono por lo general sombrío y desencantado del mundo ribeyriano es atemperado, sin embargo, por el toque de fantasía y de humor que impregna muchos de sus relatos y le da ese carácter inconfundible, ambivalente, mezcla de tragedia y comedia, como es en realidad la vida.
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Quotes

  • bnavia191has quotedlast month
    de aquellas que han dejado pasar su bella época, obsesionadas por algún amor loco y frustrado, y que llegan a la treintena sin otra esperanza que la de hacer, ya que no un matrimonio de amor, por lo menos uno de fortuna.
  • Kenny Guevara Echevarríahas quoted8 months ago
    Enciendo otro cigarrillo y me digo que ya es hora de poner punto final a este relato, cuya escritura me ha costado tantas horas de trabajo y tantos cigarrillos. No es mi intención sacar de él conclusión ni moraleja. Que se le tome como un elogio o una diatriba contra el tabaco, me da igual. No soy moralista ni tampoco un desmoralizador, como a Flaubert le gustaba llamarse. Y ahora que recuerdo, Flaubert fue un fumador tenaz, al punto que tenía los dientes cariados y el bigote amarillo. Como lo fue Gorki, quien vivió además en esta isla. Y como lo fue Hemingway, que si bien no estuvo aquí residió en una isla del Caribe. Entre escritores y fumadores hay un estrecho vínculo, como lo dije al comienzo, pero ¿no habrá otro entre fumadores e islas? Renuncio a esta nueva digresión, por virgen que sea la isla a la que me lleve. Veo además con aprensión que no me queda sino un cigarrillo, de modo que les digo adiós a mis lectores y me voy al pueblo en busca de un paquete de tabaco.
  • Kenny Guevara Echevarríahas quoted8 months ago
    Empecé entonces a revisar los bolsillos de todos mis sacos y pantalones, los cajones de todos los muebles, el contenido de maletas y maletines, en busca del hipotético cigarrillo olvidado, tirando todo por los aires y a medida que más infructuosa era mi búsqueda más tenaz era mi deseo. De pronto mi mente se iluminó: la solución estaba en el paquete que había arrojado por la ventana. Cuando me asomé a ella vi ocho o diez metros más abajo el terreno baldío vagamente iluminado por la luz de mi habitación. Ni siquiera vacilé. Salté al vacío como un suicida y caí sobre un montículo de tierra, doblándome un tobillo. A gatas exploré el desmonte alumbrado por mi encendedor. ¡Allí estaba el paquete! Sentado entre las inmundicias encendí un pitillo, levanté la cabeza y lancé la primera bocanada de humo hacia el cielo espléndido de Huamanga.

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