La Luna Del Leopardo

Su devoción hacía que se sintiera humilde, decidida a amarle hasta que sus propias cicatrices no fueran más que recuerdos caídos en el olvido.

—¿Cómo puedo estar enfadado con la otra mitad de mi alma? —le dijo, con tanta ternura que le arrancó pequeños trocitos de su corazón—. Tengo mal carácter, cielo, y sé que le doy mil vueltas a las cosas. Pero aunque actúe enfadado, aunque gruña, no significa que te quiera menos. Tu alma resplandece,

Un solo roce y él ya estaba en su alma, dentro de su más profundo y secreto corazón. «Te quiero», articuló para que él le leyera los labios.

su espíritu rebosaba de la bravura de un guerrero, aunque sabía que él no podía verlo.

Le puso una mano sobre el corazón y levantó la mirada, había tal ternura en ella que se sintió cautivo, encerrado, enjaulado.

Era tan injusto que le daban ganas de ponerse a gritar a pleno pulmón;

Aquello fue rabia. Rabia, instinto protector e impotencia.

—Era capaz de funcionar sin ella, pero solo como lo hacía una máquina. Su corazón, su alma, se lo había entregado todo a ella hacía mucho tiempo.

Carecía de voz, pero hablaba mediante los actos de violencia que perpetraba por medio de las mentes débiles

Fue una ejecución. Y que no sintiera piedad ni remordimiento debería hacer de Clay un monstruo. Tal vez así fuera. Pero mientras la sangre impregnaba el aire, con su olor acre y metálico, se preguntó si se requería un monstruo para matar a otro monstruo.