Con el tiempo, los estudios sobre la excitación sexual, que inicialmente habían dado por supuesto que esta estaba condicionada por emociones y situaciones positivas, terminaron cambiando su foco de atención: en los años setenta, ya se asumía de forma generalizada que el miedo, la angustia y la pena podían generar sensaciones sexuales, y que incluso podía hacerlo el ver cómo mutilan y matan a una persona.61 Ovidio había observado muchos siglos antes que los juegos de gladiadores eran el escenario perfecto para el inicio de amoríos y aventuras sexuales, y algunos soldados apostados en las trincheras de la Primera Guerra Mundial relataron los intensos estados de excitación sexual que les sobrevenían mientras se preparaban para un ataque.62 Todo parecía indicar, pues, que la excitación precisa de cierta dosis de riesgo e, incluso, de terror. Se le daba así la vuelta a la vieja creencia de que las sensaciones de ansiedad y amenaza bloquean la excitación y la actividad sexuales.