En La Rama Dorada, Frazer plantea la idea de que la cultura humana evoluciona a partir de la creencia en la magia, que precede a la religión, y que finalmente desemboca en la ciencia. Como ya era habitual en el uso evolucionista anglosajón de finales del siglo XIX, el estudio antropológico no se originaba a raíz de las experiencias propias en viajes y trabajos de campo (algo en lo que sería pionero Malinowski). En este sentido, encontramos en Frazer tal vez a uno de los últimos exponentes del evolucionismo, no sólo por su línea de pensamiento, sino también por sus métodos. No es por ello de extrañar que las críticas a la obra de Frazer pasen por una acusación de exceso de literatura y falta de rigor científico, ya que se limitó a recopilar etnografía pero nunca estuvo presente en los lugares que describió. De hecho, La Rama Dorada ha sido más una fuente de inspiración para historias fantásticas (por ejemplo, La tierra perdida en 1922, del poeta Thomas S. Eliot) que un material científico para el estudio de sociedades primitivas o totemismo.