donde todo es tan inmutable como nosotros, los que nunca morimos. Ah, la inmortalidad no es más que un castigo disfrazado de ensueño…
Incómodo por el resplandor de la esfera, el enorme lobo prefirió alejarse del trono donde su amo permanecía absorto. Atraído por el lejano grito de una rapaz, se situó al borde de un abismo cubierto de nubes. Más abajo, una tempestad envolvía la tierra, lejos de la cima donde se encontraban. Pero su amo podía ver más allá de las tormentas, más allá de los límites de la visión.
—Mi fiel amigo, los vientos traen hasta mi sitial un olor nuevo. Una fuerza que está despertando, una presencia cada vez más manifiesta.
Nordkinn