Qué hacemos con las fronteras

Santiago Alba Rico señala que en el capitalismo sólo hay dos lugares antropológicos de inscripción individual: el muro y el pasillo

Hemos visto además que las estrategias de criminalización sobre y contra la población inmigrante han sido un laboratorio de prácticas policiales que se acaban extendiendo al conjunto de la población

Desde el momento que la política de extranjería convierte la posibilidad de migrar de forma regular en un sueño inalcanzable del que se aprovechan, por ejemplo, las redes de trata;

La política migratoria y la gestión de las fronteras han sido históricamente consideradas cuestiones de «alta política

De hecho, hemos comprobado que una de las funciones principales de las fronteras, más que la contención de los llamados flujos migratorios, ha sido atemorizar a la población inmigrante para que desempeñara ese papel subalterno al que estaba destinada

. Nuestro modelo se funda en primer lugar en el derecho a la inmovilidad, y ese derecho es sinónimo de soberanía alimentaria, energética y política de los pueblos y comunidades que habitan este mundo.

invasión material y simbólica cometida por cientos de millones de turistas sobre territorios y comunidades de buena parte del planeta es indefendible. La migración forzada de otros muchos millones de personas forma parte de un mismo sistema de dominio: un capitalismo capaz, como hemos visto, de despoblar y sobrepoblar territorios, así como de poner al servicio del lujo turístico –recuérdense los planes para Sri Lanka– los bienes comunes –agua, tierra, energía– de las poblaciones autóctonas.

las fronteras cumplen funciones que van mucho más allá del control de los flujos migratorios

no son las fronteras las que determinan en última instancia el tamaño y el sentido de las migraciones

Hemos visto cómo, sobre todo en la última década, el reforzamiento constante de las fronteras ha sido una de las apuestas de los sucesivos gobiernos de España. En ese mismo periodo, la población inmigrante se ha multiplicado casi por seis –hasta alcanzar los 5,7 millones de personas–, mientras que las visitas turísticas a territorio español han superado con creces los cincuenta millones anuales