Vaciando el alma de amores, de temores, de rencores, de dolores, se sumía el viejo durante un tiempo indefinido en el vacío mental más absoluto. No sentía nada, no pensaba en nada, no captaba nada. Hagan de cuenta que el pez dejara de moverse en el agua. Aunque no era cuestión de inmovilizar el cuerpo sino eso que llaman el alma: esta divagación necia, incesante, el tumulto, la algarabía, las mil voces de adentro. Si