—¿Y cuáles son esos motivos? —preguntó Cam con suavidad.
—Pues conseguir reconocimiento social y financiero. Ser reconocido como un Cole.
Cam sonrió sin humor.
—Créame, milord, no deseaba nada de eso. Sólo quería saber quién era. —Los ojos de Rohan brillaron de enojo—. Y pagué a ese maldito experto en heráldica para que me facilitara la información, no para que se la llevara a usted. Le arrancaré la piel a tiras por eso.
—¿Para qué quería vernos? —preguntó Kev bruscamente—. Nosotros no queremos nada de usted, y no va a conseguir nada de nosotros.
—Antes de nada, puede que os interese saber que vuestro padre ha muerto. Falleció hace algunas semanas como consecuencia de un accidente de equitación. Siempre fue un inepto con los caballos. Al final, lo demostró con creces.
—Nuestras condolencias —dijo Cam.
Kev sólo se encogió de hombros.
—¿Es así como recibís la noticia de la muerte de vuestro padre? —espetó Cavan.
—Me temo que no lo conocíamos lo suficiente bien como para mostrar algo más que una reacción satisfactoria —dijo Kev con sarcasmo—. Perdone la ausencia de lágrimas.
—No son lágrimas lo que quiero de vosotros.
—¿Por qué me estoy empezando a preocupar? —se preguntó Cam en voz alta.
—Mi hijo dejó esposa y tres hijas. No tuvo más hijos varones que vosotros dos. —El conde formó un templo con sus dedos pálidos y nudosos—. Sólo los varones pueden heredar, y no hay hombres entre los descendientes de mi estirpe, en ninguna de sus ramas. Tal y como están las cosas, el título Cavan y todo lo que conlleva se extinguirá tras mi muerte. —Endureció la mandíbula—. No permitiré que nuestro patrimonio se pierda sólo por la incapacidad de vuestro padre para engendrar.
Kevin arqueó una ceja.
—¿Considera no engendrar a tener cinco hijos?
—Las hijas no cuentan. Y vosotros sois mestizos. Difícilmente podría decirse que vuestro padre tuviera éxito en fomentar los intereses de la familia. Pero no importa. La situación debe ser corregida. Vosotros sois, después de todo, legítimos. —Hubo una tensa pausa—. Sois mis únicos herederos.