Tras un periodo de divergencia, la desigualdad en el mundo –entendida como diferencia de renta ajustada según el poder adquisitivo local– se reduce, sobre todo por la fuerte recuperación de China, tan poblada, pero no solo por eso. La preeminencia occidental se erosiona, otros países avanzan y, con ellos, segmentos significativos de su población. La desigualdad global se halla en el punto más bajo en más de cien años, según los cálculos de Milanović. No es casualidad que el impulso de revancha de Pekín y Moscú se produzca tras un periodo de recuperación de fuerzas, con el espectacular avance de China en las últimas décadas y la estabilización protagonizada por Rusia en los primeros años de este siglo, también vinculada a dinámicas económicas globales en el mercado energético.