dio pudor imaginar el proceso de edición, la inmersión en la computadora/el instrumento/el cajón de secretos de Aura, la selección (es decir, la eliminación) del material, la decisión usurpada, la imposibilidad de que la autora ordenara su obra, su primera y única obra. Sentí dolor al leerla y admirar el talento y su potencia pero también la promesa inacabada: Aura no había terminado. Aura no había llegado. Aura necesitaba más tiempo y más espacio y más vida vivida.
¿Y si éstas son las previsiones que tomo para la muerte? ¿Para la vejez que temo?
Aquella escritura privada era el recordatorio de mí misma. Los hechos de mi vida solo anuncian su dibujo, solo cobran su debida espesura, cuando han pasado los años y puedo entonces sumergirme en el sentido, narrado como un relato, asumido como un misterio, mirando a la que fui como otra, cercana.
Releerme. Releerme que es como mirarme prolongadamente en el espejo.
Reescribirlo todo.