Han pasado años y años, y todavía pienso en él. El increíble Óscar Wao. Tengo sueños en los que se sienta en el borde de mi cama. Estamos de nuevo en Rutgers, en Demarest, que es donde siempre estaremos, al parecer. En este sueño en particular, nunca es delgado como al final, siempre es enorme. Quiere hablar conmigo, está ansioso por charlar, pero la mayor parte del tiempo no puedo decir ni una palabra ni él tampoco. Así que nos quedamos sentados allí, calladitos.