sigo haciendo esto cada vez que me apetece. No sé dónde diablos está, Alex nunca me lo dirá y, por ello, cada día que pasa clavo la mentira en mi cabeza, me convenzo de que fue una más y que no vale la pena lamentarse por una cobarde.
Mi orgullo me lo exige, aclama una sola cosa y es que deje de lado esta frustración de porquería, la cual no sirve para nada.