Eva Muñoz

Lascivia

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  • .has quoted4 days ago
    Sabes que estás ligada hasta los huesos cuando aquellas sencillas cosas te resultan únicas y maravillosas. ¿Qué hay de especial en tumbarte sobre alguien y escucharlo respirar? Nada, pero cuando quieres, esa simple tarea es como ganar la lotería.

    .

  • Lilen Altamiranohas quotedlast month
    Tengo atascada una parte de ella y reconozco que tuve un leve tropiezo con lo que tanto quería evitar.

    «No me dolió», me digo mientras vuelvo al apartamento que tengo en el norte de la ciudad, donde tiro todo estando adentro y me sirvo un trago. «Su ausencia me da igual», me repito, pero la última mirada que me dedicó aparece en mi cabeza, y la ira que me corroe me hace estrellar el vaso contra la pared cuando la veo en la maldita pista de despegue arrancándose las medallas del uniforme.

    Los sentidos se me nublan con el recuerdo de ese maldito día y me echo en el sofá evocando el día que decidió irse como la maldita cobarde que es. Era un buen soldado, pero flaqueó y eso hace que tenga dicho concepto sobre ella.

    Me meto la mano en el bolsillo y saco la prenda que le quité meses atrás, trayendo el recuerdo de la noche de la fiesta, y es que mientras Bratt discutía, yo le quitaba las bragas que tengo en la mano justo ahora.

    Paseo el encaje por mis labios y respiro hondo antes de pasarla por mi miembro endurecido, el cual acaricio con la prenda estimulándome, masturbándome.

    Nunca la pienso de buena manera, he tenido cientos de mujeres desde que se fue, pero sigo haciendo esto cada vez que me apetece. No sé dónde diablos está, Alex nunca me lo dirá y, por ello, cada día que pasa clavo la mentira en mi cabeza, me convenzo de que fue una más y que no vale la pena lamentarse por una cobarde.

    Mi orgullo me lo exige, aclama una sola cosa y es que deje de lado esta frustración de porquería, la cual no sirve para nada.

    Los movimientos acelerados sobre mi miembro hacen que mi derrame se extienda, los latidos en mi pecho avivan la rabia y tenso la mandíbula, «estoy hastiado». Aprieto los ojos y respiro metiéndome en la cabeza que fue solo una más; polvos esporádicos de los cuales ahora ya ni me acuerdo, como tampoco debo acordarme de ella. «No sé quien es Rachel James», me digo, lo que me propongo lo consigo y sé que es cuestión de tiempo para que sea así, me conozco y tendré que recalcular para acordarme de quién diablos es.

    Dejo lo que tengo de lado en la mano y me pongo de pie, tengo mil y una cosas que hacer con los que me esperan afuera, ya que todos sabemos que lo sucedido no es más que un calentamiento previo que nos adentra en un juego, el cual apenas está sacando y mostrando las fichas.
  • Lilen Altamiranohas quotedlast month
    —¡Boss, Boss! —claman.

    «Cómo me sigue chocando ese hijo de puta», me digo. Observo cómo corta y abre un estómago abajo sacando lo que hay adentro, la mafia sabe quién soy yo y no se le hace raro verme en ningún lugar.

    Este es mi deporte favorito y dejo de moverme cuando un sujeto alto y con chaqueta de cuero se apoya en el barandal.

    —¿Cómo estás? —me saludan.

    —Death —le digo.

    Fue mi entrenador callejero cuando era un rebelde que peleaba a cambio de dinero.

    —¿Qué me tienes? —sigo.

    —Que son peligrosos, grandes e incomparables —contesta—. Investigo e investigo sus puntos débiles llegando a una misma conclusión y es que tanto el clan ruso y el clan italiano son algo que te va a tomar años derribar, porque están liderados por los dos criminales más peligrosos del mundo y su sociedad empeora eso.

    —¿Y crees que no lo tengo presente? —lo desafío—. Pero fíjate que no son dos, somos tres y lo sabes.

    —Eres la ley, no pierdo la esperanza de que te quedes del lado de la rama que te corresponde —dice, y me río.

    —¿Sigues creyendo que tengo buenas intenciones con la FEMF y voy a salvar el mundo? —Sacudo la cabeza.

    Prefiere guardar silencio. Observo las peleas, la sangre, la letalidad que se respira en el sitio que uso para desaforar la violencia que me corre por las venas y es que tener un uniforme no significa nada, el que es nunca deja de ser.

    Doy la batalla en mi contienda y acabo con el pecho lleno de sudor.

    Llevo doce meses queriendo capturar a Antoni Mascherano y mientras lo hago sumo puntos que me dejan en lo alto.

    Huir de la milicia en mi adolescencia se debió a varios factores, uno de los cuales era el que nos pusieran límites. Pese a ser la máxima rama de la ley siento que somos demasiado benevolentes, y eso cambiará cuando sea yo el que tenga control total de la justicia.

    ¿Tardaré? Sí, no soy un hombre paciente, pero con esto he tenido que ir despacio porque la Fuerza Especial Militar del FBI lleva años con un régimen que tarde o temprano va a cambiar gracias a mí.

    La Élite se ha consolidado, las mejores compañías militares están bajo mi cargo, le sigo rompiendo la cara a Bratt cada vez que me apetece, y Sabrina está en un hospital mental.

    Alex Morgan sigue siendo el máximo jerarca, la vida transcurre y a mí nada me basta.
  • Lilen Altamiranohas quotedlast month
    El dinero me sobra, las mujeres me llueven, las medallas destacan en mi uniforme, pero llevo un año con un nudo atascado en el tórax, con un vacío absurdo que ya no sé cómo llenarlo, y me jode que la imagen de sus ojos azules y el cabello azabache tomen mi cabeza con momentos que me blanquean los nudillos cada vez que empuño las manos.
  • Lilen Altamiranohas quotedlast month
    Tengo que aprender a vivir con mis cicatrices, no con las físicas. Las físicas sanan, las del alma son las que duran para toda la vida y con ellas se vive siempre.

    Me voy convencida de que el amor no todo lo puede, porque hay llamaradas de pasión que destruyen amores inmensamente grandes. Me pasó a mí, te puede pasar a ti o cualquiera.

    La vida nos da personas como Bratt Lewis, que te bajan el cielo haciéndote sentir un ser celestial que todo lo puede.

    Nos da personas como Christopher Morgan, que no te bajan el cielo, sino que te llevan a él, te convencen de que no es suficiente, te queman en el infierno y te ponen a dudar sobre en qué mundo quieres vivir.

    Nos topamos con hombres como Antoni Mascherano, demonios disfrazados de humanos que lo único que hacen es volverte la vida mierda.

    Abordo la avioneta.

    Siento pena por los que lastimé, por lo que dejé ir y no pudo ser. Me voy con la certeza de que el pecado es malo, que duele, pero es placentero y que dicho placer trae consecuencias imborrables.

    Parto con la meta de olvidar al hombre que tanto amo, porque por mucho que lo quiera no voy a dejar que el mundo se destruya a causa del desastre que somos juntos. No sé si tardará meses, años o si no lo superaré nunca, pero de ahora en adelante debo enfocarme en eso: en olvidar, en ser alguien nuevo con una vida nueva…

    Y dicha vida nueva trae la batalla contra mi adicción.

    Ya no soy Rachel James, perdí, morí y ahora estoy sola.

    No volveré jamás y de ahora en adelante viviré siendo una persona x.
  • Lilen Altamiranohas quotedlast month
    —Las personas presentes serán tomadas como testigo de su decisión. Al estar bajo la mira de un grupo delictivo, el ejército especial la declara como dada de baja. Los presentes deben acogerse a lo siguiente: tienen prohibido mencionar el exilio y revelar información a terceros, desde ahora en adelante deben asumir que el soldado murió mientras huía. ¿Es clara la información para los presentes?

    Todo el mundo asiente.

    —Firmarán un documento juramentado donde prometen no decir una sola palabra, al incumplir dicho trato serán expulsados de la entidad y judicializados por fuga de información.

    Baja la hoja.

    —¿Algo que quiera declarar antes de entregar su nombre, cargo y posición?

    Niego.

    —Teniente James —continúa—, el Consejo Internacional de la FEMF la exilia de forma definitiva del ejército 445808 a cargo del coronel Christopher Morgan. Entregue su arma, identificación, placa y medallas.

    En cuanto lo haga seré un ser x sin vida, nombre, cargo y autoridad. Todo me tiembla, el pecho se me estremece de una forma tan abrupta que por un momento temo flaquear y querer revocar mi decisión.

    —Teniente, proceda, por favor.

    Christopher está frente a la mesa mientras Alex y Gauna esperan a un lado. Miro al hombre que tanto quiero y no puedo evitarlo, las lágrimas se deslizan solas mientras él alza el mentón endureciendo la mandíbula.

    —Frente en alto, soldado —ordena con firmeza hablando como si fuera un cualquiera.

    Mi mirada se enlaza con la suya y es cuando más tiemblo… Menuda vida de porquería que no deja de aplastarme y maldita rabia cargada de la tristeza que me ahoga.

    Arranco las medallas —creo que también mi corazón—, saco el arma, busco la placa y mi identificación deslizando los objetos sobre la mesa. No sé de dónde carajos saco las fuerzas para erguirme frente a él dedicándole un saludo militar.

    —Fue un gusto estar en su ejército, mi coronel.

    No me baja la mirada, solo empuña mi placa pasando saliva mientras yo grabo las facciones de su rostro: la mandíbula cincelada, los ojos grises y las pestañas pobladas. Me limpio las lágrimas y él recoge todo.

    —Hasta nunca, soldado.

    No mentía al decir que no volvería a escuchar un «te amo» por parte suya.

    —Es hora —ordena el ministro.

    Le sonrío a mi antigua vida antes de encaminarme al avión.

    Las súplicas de mi madre, el llanto de mis amigas y el «te quiero» de mi papá me terminan de destrozar por dentro.

    Es duro, pero tiene que ser así.
  • Lilen Altamiranohas quotedlast month
    Bratt está apartado del grupo, es el último que se acerca. Se ve como yo, apagado y con los ojos hinchados.

    —No me arrepiento de nada de lo que hice a tu lado —confieso—. Fuiste y siempre serás mi primer amor.

    Intenta contener las lágrimas.

    —Te amo. —Me besa las manos—. No me importa tener que esperarte una vida.

    —Sabes que no voy a volver —le tomo la cara para que me mire—, así que necesito que me prometas que soltarás lo que sientes por mí dándote la oportunidad de ser feliz.

    —No lo seré sin ti.

    —Claro que puedes, hay miles esperando por ti. No le niegues a nadie todo lo maravilloso que puedes dar.

    Nos fundimos en un último abrazo que se rompe cuando el capitán de mi compañía militar llega a despedirse.

    —Un honor ser su mentor, teniente James —me dice, y asiento dándole el debido saludo.

    Alex llega con Johana, Gauna y el coronel, que ni me mira, solo se concentra en la mesa improvisada que arman. Johana toma los documentos dando inicio al protocolo.

    —Teniente Rachel James Mitchels —empieza—, hemos sido convocados el día de hoy, doce de noviembre del presente año, para dar la revocatoria definitiva de su servicio en la FEMF dando cumplimiento a la ley del Código Penal Exilio Definitivo.

    Las palabras golpean.

    —A partir de este momento deja de pertenecer a las filas del ejército inglés, pierde su cargo como teniente de la tropa Alpha, el control de su identidad y cualquier cosa vinculada con dichos parámetros. Sus cuentas e inmuebles serán usados y administrados por la FEMF.

    Paso saliva tragándome las penas.

    —Como soldado exiliado no tendrá ningún tipo de contacto con su familia, tampoco con amigos y se le restringe el uso tanto de herramientas tecnológicas como medios de comunicación —continúa—. A partir de hoy pierde todo tipo de contacto con el mundo que conocía. Se someterá a las reglas del exilio y deberá cumplir al pie de la letra las órdenes que demande la entidad a la hora de moverla de un sitio a otro. Tiene rotundamente prohibido revelar su posición —recalca—. A partir de este momento deja de llamarse Rachel James Mitchels y asumirá la identidad que la Fuerza Especial Militar del FBI quiera imponerle. ¿Entendido?

    —Sí.

    —¿Son claras las condiciones?

    —Sí.
  • Lilen Altamiranohas quotedlast month
    Luisa no me da la cara cuando intento acercarme.

    —Nunca te voy a perdonar esto —espeta en medio del llanto—. ¡Tu terquedad me robó a mi mejor amiga!

    La tomo a la fuerza antes de entregarle el cheque para Lulú.

    —Te adoro. —Le beso la coronilla.

    —Y yo a ti. —Tiembla entre mis brazos—. Nunca nadie va a ocupar tu lugar, tenlo claro.

    —¿Delante de quién me voy a pasear desnudo ahora? —me dice Simon.

    Ruedo los ojos pegándole un pequeño puñetazo en el brazo.

    —Si lo haces delante de tus empleados, te demandarán por exhibicionista —bromeo dejando que me abrace—. Cuida mucho a Lu.

    Asiente con los ojos llorosos. Sigo donde está Laila.

    —Perdón por lo de las vacaciones —me disculpo—. Espero que me perdones por haber callado tanto, creo que todo hubiese sido más llevadero con tus consejos.

    —Cariño —me abraza—, no tengo nada que perdonarte y no tienes por qué sentirte mal. Lo único que debes tener en la mente es lo mucho que te queremos y echaremos de menos.

    Le limpio la cara y nos abrazamos.

    Creo que Brenda es una de las personas que más me duele dejar.

    —No llores más —la traigo hacia mi pecho—, es malo para el embarazo.

    —Prometiste estar aquí… y ahora nos dejas…

    —Cuida mucho a mi sobrino —la interrumpo— y nunca pero nunca olvides que Harry te ama como la primera vez.

    Le beso la frente antes de continuar.

    —Asegúrame que serás un buen padre —le pido a Scott.

    Dejo que me bese las mejillas, al igual que Luisa lo conozco desde que éramos niños. Sigo con Dominick, que es el que más lejos se mantiene.

    —El rubio no te queda —me dice—. Lo siento, pero no puedo callarme las verdades.

    Le paso los nudillos por el rostro.

    —Siempre te verás mejor en mi retrato. —Sonríe.

    —Definitivamente. Gracias por hacerlo.

    —Enamoramiento de adolescente. —Se encoge de hombros—. Ya lo superé, fue bueno sentirlo mientras duró.

    Me da un beso en la mejilla.

    —Merecías un final feliz, tal vez conmigo en el mundo alterno que mencionaste una vez.

    —Hubiese sido un gusto conocerlo, capitán.

    Le devuelvo el beso.

    Patrick y Alexandra me abrazan al mismo tiempo y aprovecho para agradecerles por la ayuda en el rescate.

    —Lo lamentamos mucho en verdad —me dicen Patrick y Alejandra.
  • Lilen Altamiranohas quotedlast month
    En lo personal siempre he detestado las despedidas, en especial cuando son de la gente que amo. Mi habitación se ve bonita por tonto que parezca.

    Hago un cheque para Lulú asegurándome de que le sirva para empezar sus sueños ejerciendo lo que sabe. Ella merece embellecer mujeres con sus locos consejos.

    Busco la cadena de Harry, lo correcto sería dejársela para el bebé, pero es lo único que me queda de mi amigo y quiero sentir que todavía me acompaña. Meto el anillo de Bratt en la cadena. «Una manera de recordarlo», me digo. Es lo único de lo que puedo disponer, ya que la FEMF se ocupará de lo que queda.

    Me coloco el uniforme oficial, acomodo las medallas, guardo la placa y el arma especial. Normalmente es la que menos se usa, sin embargo, para nosotros tiene un valor sentimental.

    La deslizo dentro de la correa que tengo en el muslo, pues con el uniforme oficial es ahí donde la portan las mujeres.

    Busco mis documentos, tomo la mochila y le echo un último vistazo a mi alcoba antes de salir. «Cómo me gustaría que fuera un hasta pronto y no un hasta nunca», pienso.

    Dos agentes del PPT me esperan en la salida, ambos me dedican el debido saludo antes de escoltarme hacia la pista.

    Respiro hondo. Mi familia, Luisa, Simon, Alexandra, Irina, Brenda, Scott, Angela, Laila, Parker, Patrick y Bratt esperan por mí. Quisiera omitir esta situación, ya que es como pisotear lo poco que queda de mí.

    —Rachel —llora mi mamá—, si tan solo lo pensaras otra vez…

    —Déjalo estar. —La abrazo—. Tenemos poco tiempo, así que no lo gastemos en mis súplicas.

    Se aferra al uniforme como si eso pudiera detenerme.

    —Te quiero —le susurro. Sé lo duro que es para ella, durante años ha querido tener a su familia completa y ahora no volverá a verme nunca—. Prométeme que lo vas a superar.

    Niega.

    —Prométemelo. —La obligo a que me mire—. No estaré tranquila si no lo haces.

    —Te lo prometo.

    La vuelvo a abrazar y hago lo mismo con mis hermanas. Sam me ruega que no lo haga y a Emma el llanto no la deja hablar. Paso a los brazos de mi papá, que me sujeta con fuerza.

    —Eres fuerte y valiente —dice en medio de sollozos—. Y estoy muy orgulloso de ti, teniente.

    Doy un paso atrás plantándome firme ante él.

    —Sí, mi general. —Le dedico un saludo militar—. A mí también me enorgullece llevar su apellido.

    Vuelve a abrazarme y le cuesta soltarme para que pueda despedirme de los otros.
  • Lilen Altamiranohas quotedlast month
    Quien se hace pasar por mí camina por la carretera vacía mirando hacia todos lados. El camión continúa con su viaje mientras ella recorre un par de kilómetros con las manos metidas dentro de los bolsillos de la sudadera. La noche resta visibilidad. Se observa que metros más adelante aparece un vehículo sospechoso.

    El conductor del auto baja para abrirle la puerta mientras ella se acerca.

    —Corre —le ordena el ministro, y ella obedece.

    Empieza a correr hacia el vehículo hasta que un disparo resuena tumbándola. Los agentes salen de la nada como si estuvieran en una emboscada mientras que el conductor que la esperaba no duda en devolverse, huyendo de la escena a la velocidad de la luz mientras siguen disparando.

    —Misión cumplida, ministro —informan en la radio.

    —Acabas de morir, Rachel James —me dice el ministro—. No solo para la mafia, sino también para la FEMF.

    Siento un vacío en el centro del pecho y creo que estoy muerta desde hace mucho tiempo.

    —Ya saben lo que tienen que hacer —ordena Alex antes de irse.

    Dejo que me trasladen al estudio de Mónica, ella ya me está esperando. Me palmea la silla para que me siente frente al espejo.

    «Odio tanto esta Rachel sin color, con el rostro desencajado y los labios partidos…».

    Mónica suelta mi cabello ubicándolo detrás de mis hombros. Toma la medida de mi barbilla desencadenando el llanto cuando lanza la primera cortada. Las tijeras acaban con la melena azabache.

    Hace lo suyo quitándome el color y tinturando como lo demanda el protocolo, y esta vez no es temporal, ahora es para siempre.

    —Venga, no te pongas así —la estilista intenta darme consuelo—. Las rubias nunca pasan de moda.

    —Tienes que pasar desapercibida siempre —indica Johana, la agente de Asuntos Internos.

    Ahora soy una rubia de ojos negros que esconde su figura con ropa ancha.

    —Así tienes que vestir desde ahora en adelante —explica Mónica— y cada seis meses cambiarás de estilo.

    —Debes entregar el cargo asumiendo el exilio con el uniforme puesto —añade Johana—. Tienes una hora para cambiarte y despedirte. Tus allegados te esperarán en la pista.

    Asiento abrazando la mochila que alberga mi nueva vida.
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