A mi alrededor una montaña encharcada de cojines, latas, cacerolas, libros… sigo
abrazada a tus cenizas. Todo se acuna suavemente hacia los lados. Subo descalza las
escaleras para no resbalarme y al asomarme, la luz de flash del amanecer me ciega los
ojos, como si el paisaje me hubiera sacado una foto. Vuelvo a bajar, recojo la urna y
subo de nuevo, dejándola en el suelo de la cubierta con cuidado.