Piper era tal vez la más imponente. Se batía en duelo con la giganta Peribea, espada contra espada. A pesar de que su adversaria era cinco veces más grande que ella, Piper parecía defenderse bien. La diosa Afrodita flotaba alrededor de ellas sobre una pequeña nube blanca, lanzando pétalos de rosa a los ojos de la giganta y animando a Piper.
—Precioso, querida. Sí, muy bien. ¡Dale otra vez!