Ganamos la Francia a la que siempre se le pregunta de dónde viene, a la que le preguntan cómo obtuvo la ciudadanía francesa si sus padres nacieron en el extranjero, la Francia a la que le hubiese gustado llamarse Emilie, Stéphanie, Romuald, Lucien. La Francia que se hartó de explicar cómo se pronuncia su apellido, la que tiene miedo cuando se acerca la policía, la que nadie sabe qué hacer con ella. Es esa Francia la que ganó el Mundial 98, y hacía mucho que en este país no quedaban banderas para los ciudadanos que no pertenecían a la extrema derecha.