el grupo hizo de tomar descanso por varios días en la cumbre de un cerro escabroso lleno de nopales y enormes piedras basálticas. Simplemente, a pocas horas de establecer el campamento, sus vidas se extinguieron sin más, casi a la misma hora y a la sombra de un mezquite, sin que los ruegos y los cantos del grupo pudieran detener su camino al país de los muertos y al reino de las estrellas, ya que sus compañeros los consideraban como muertos en combate y dignos de acompañar al sol por el alto cielo una vez que hubieran cruzado el umbral y efectuado el irreversible tránsito de la muerte.