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Salomé Esper

La segunda venida de Hilda Bustamante

  • Cristinahas quotedlast month
    Cuando Hilda murió, Álvaro tenía 78 años. No hubo palabras para describir su dolor.

    Cuando se volvieron a ver, y el reloj reinició, tenían ya la misma edad.

    Después, el tiempo no importó.
  • Cristinahas quotedlast month
    Todas se rieron un montón cuando Carmen lo dijo, ella más que nadie, sabía que era verdad y con ese chiste se daba cuenta de que todas ellas también lo sabían y que no les importaba, rio por eso, por ese no importarles. Fue quizás sentirse amada pese a lo que había marcado una diferencia: no esperaban que fuera más de lo que era.
  • Cristinahas quotedlast month
    Mi mamá siempre dice que Dios nos da lo que podemos aguantar, pero yo no creo que sea así. Aguantamos porque nos ayudan. Sola no se puede ni con la felicidad
  • Cristinahas quotedlast month
    Álvaro sabía que él no podía provocarlo pero ese amor le pegaba de rebote, una luz reflejando otra luz, cayendo sobre él, y en esa luz se quedaba, contento.
  • Sol Ríoshas quotedlast year
    Le contó que había florecido el amancay y que le había dado su regalo a Susana, que Carmen insistía en cocinar panes caseros que le salían más bien duros, que Clara no hablaba mucho pero cada vez que lo visitaba controlaba que el helecho tuviera agua, que quizás solo iba a eso y verlo a él era una excusa.
  • Inerciahas quoted6 days ago
    en ese momento, al escucharla, al escucharse en esa voz, se encontró en su nombre como hacía tiempo no se encontraba, y su cuerpo volvió a su cuerpo, letra por letra, sin saber que antes se había ido.
  • Inerciahas quoted6 days ago
    Álvaro envidió por primera vez a Amelia, su soltura metafísica, su discurso sin límites, la imperiosa necesidad de hablar antes que entender, su amor sin preguntas.
  • Inerciahas quoted7 days ago
    Lo mágico también puede ser torpe.
  • paz y mayhas quoted18 days ago
    Las cosas ocupan mucha energía para sobrevivir cuando no están donde corresponde, se esfuerzan todo lo que pueden, estiran sus tallos como esas alegrías, se desploman en un acto dramático como aquella albahaca. Rascan, empujan, quiebran, corren, hasta encontrar su lugar, ahí donde pueden nutrirse sin esfuerzo, con uno o dos abrazos al día.
  • paz y mayhas quotedlast month
    pero ese amor le pegaba de rebote, una luz reflejando otra luz
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