Los humanos, en su opinión, eran simples fenómenos en su compleja línea de vida, donde nosotros, las aves, representábamos los noúmenos.
—No solo nosotros, Antistene —maticé.
Y le hablé de las plantas, de las flores y demás, y en ese punto surgió un animado debate entre nosotros, y no nos disgustaba volar y charlar porque los rayos del sol eran menos cálidos y el amarillo de los bosques y los cursos de agua, bajo nosotros, eran relajantes.