con cosas insignificantes y efímeras, propias del presente, como mirar sus propias manos al contraluz, dar grititos para escuchar su propia voz o chuparse un pie. Si está a gusto muestra su contento y si está a disgusto o enfadado, lo muestra también, sin disimulo. Y, sobre todo, aún no manifiesta el síntoma más grave de la enfermedad: la manía de planificar el futuro, de imaginar lo que pasará (que tal vez no pase nunca), lo que provoca a los humanos un serio déficit de atención con respecto al presente; pensando en lo que vendrá y tal vez no venga, los humanos adultos acaban siendo incapaces de percibir lo que tienen alrededor. Están siempre anticipándose o recordando, pero no prestan ninguna atención al presente.