«Espero que cualquier lector atento pueda descubrir el hilo conductor que engarza todos estos temas. María, Madre de Dios y de la Iglesia, es decir, de todos nosotros, une lo que podría parecer disperso…
Comienzo con el Cántico de María, conocido como el Magnificat y continúo con otra oración mariana muy conocida y divulgada, la Salve Regina. De aquí paso a un Santo reconocido por sus escritos marianos, aunque estos ocupen un espacio muy reducido en sus obras; me refiero a San Bernardo de Claraval. Continúo con una advocación mariana muy especial, tanto por su origen como por su sentido, Santa María de Guadalupe, Patrona de América. Y concluyo abordando, con cierta extensión, la práctica devocional de la consagración mariana»(De la Introducción de Bernardo Olivera).