Estas torpes líneas, oblicuas y zigzagueantes escritas a tientas, en un velador trasnochado, son el fruto de haber visto las estampas de Goya con unas cuantas lecturas de Marcial, un par de hojeadas a The Clinic, una que otra película de Fellini, Tim Burton, Woody Allen, Bergman y una deliciosa Sopa de Ganso para terminar degustando de postre El sabor de las cerezas, y escuchando a Calle 13 en el trayecto al trabajo, después de una plegaria sin fusil, y ya está, se armó el entuerto: unos cuantos disparates atribuibles al supuesto azar. Todo azar es bizarro —dicen—. Si hay un Dios en los cielos —o bajo el suelo— sabrá que estamos sobre el polvo esperando dormir tres metros bajo tierra y que necesitamos sobrellevar el sudor de la frente con una pizca de sal, porque es un chiste ganarse el pan y que este suba de precio. Bienaventurados los tontos graves, porque ellos heredarán la copa amarga. Heredarán la tierra del mal humor, en las orillas del mar calmo donde no existen los orgasmos.
Cuando caiga del bolsillo la última moneda. Esa moneda falsa, llamada muerte, será la que al final se reirá más fuerte.
Mistral, que tu Dios nos perdone, a ti el libro amargo, a mí la tontera. A buen entendedor, pocas velas. Dice esta polilla a media asta. El que tenga oídos para oír, abra las ventanas y lea!