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Sören Kierkegaard

Diario de un seductor

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  • Emiliano Geronimohas quotedlast year
    Son oscuros sus cabellos y el cutis transparente y mórbido al tacto; lo adivino en sus ojos. Sus ojos… No, no consigo verlos porque los ocultan esas largas pestañas, curvadas como alfilere
  • Emiliano Geronimohas quotedlast year
    hombres, sin embargo, que sólo comienzan a gozar de aquello que poseen cuando pueden mostrarlo a los demás: hombres sólo capaces de concebir las apariencias y no la esencia, y que todo lo pierden cuando el ser interior se muestra, así como este espejo perdería su imagen, si ella se traicionara ante él un solo instante…
  • Emiliano Geronimohas quotedlast year
    Ambas cosas son igualmente hermosas a mi juicio y de las dos me apropio.
  • Emiliano Geronimohas quotedlast year
    Pero no, el temor no es hermoso por sí mismo si no va acompañado por el deseo de dominarlo.
  • b7290150166has quotedlast year
    Sin embargo, cuando se quiere ver algo, no se debe bajar totalmente el velo. Puede que no sea un velo, sino una ancha blonda; en la oscuridad no se distingue claramente.
  • b7290150166has quotedlast year
    ¡Qué tormento, aunque el hombre así hubiera sido creado! Hay hombres, sin embargo, que sólo comienzan a gozar de aquello que poseen cuando pueden mostrarlo a los demás: hombres sólo capaces de concebir las apariencias y no la esencia, y que todo lo pierden cuando el ser interior se muestra, así como este espejo perdería su imagen, si ella se traicionara ante él un solo instante…
  • b7290150166has quotedlast year
    la compañía de mi tía es de lo más aburrida
  • b7290150166has quotedlast year
    Para él, los seres humanos no eran más que un estímulo, un acicate; una vez conseguido lo deseado, se desprendía de ellos lo mismo que los árboles dejan caer sus frondosos ropajes; él se rejuvenecía mientras las míseras hojas marchitaban
  • b7290150166has quotedlast year
    Sin embargo, en su mente, ¿qué aspecto debió adquirir todo esto? Con toda seguridad, quien induce al error a los demás, debe caer también en este mismo error. Cuando algún viajero extraviado pregunta por el camino a seguir, es muy reprobable indicarle un rumbo falso y luego dejarle marchar solo, pero carece de importancia si se compara con el daño que se hace a quien se impulsa a perder por las rutas de su alma. Al viajero extraviado le queda, por lo menos, el consuelo del paisaje, que le rodea, casi siempre variado, y la esperanza de que a cada recodo encuentre el buen camino; pero quien se desorienta en su Yo íntimo, queda recluido en un espacio muy angosto y en seguida vuelve a encontrarse en el punto del que partió y va recorriendo sin solución de continuidad un laberinto del que comprende que no podrá salir. Imagino que también esto debió ocurrirle a él, pero de forma mucho más terrible. No puedo imaginar una tortura mayor que la congoja de una inteligencia intrigante que de repente pierde su hilo conductor y que, cuando su conciencia despierta y trata de salir del laberinto, vuelve contra sí mismo toda su penetración cerebral. Le resultan inútiles todas las salidas de su cueva de zorro: cuando cree alcanzar la luz del día, se da cuenta de que se halla delante de una nueva entrada y, como una fiera despavorida, en la desgarradora desesperación que le acomete, trata de nuevo de salir, pero de nuevo sólo encuentra entradas que lo conducen de nuevo a sí mismo.
  • b7290150166has quotedlast year
    En efecto, se llamaba Cordelia, pero su apellido no era Wahl
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