Un encuentro tardío con el enemigo

vio a su madre al otro lado del pasillo con la cara morada, encogida hasta alcanzar las mismas proporciones enanas de su naturaleza moral

tercera, había acabado, por su propia iniciativa, una carrera de primera; a pesar de haberse criado bajo el dominio de una mente estrecha, había desarrollado una mente abierta; a pesar de todas las ridículas convicciones de su madre, él se había librado de los prejuicios y no temía plantarles cara a los hechos. Todavía más milagroso era que, en lugar de dejarse cegar por el amor que sentía hacia su madre, como le había ocurrido a ella, había cortado los lazos emocionales entre los dos y era capaz de contemplarla con completa objetividad. No estaba dominado por su madre.

Lo más irónico de todo era que, a pesar de su madre, hubiera salido tan bien. A pesar de haber asistido a una universidad de tercera, había acabado, por su propia iniciativa, una carrera de primera; a pesar de haberse criado bajo el dominio de una mente estrecha, había desarrollado una mente abierta; a pesar de todas las ridículas convicciones de su madre, él se había librado de los prejuicios y no temía plantarles cara a los hechos. Todavía más milagroso era que, en lugar de dejarse cegar por el amor que sentía hacia su madre, como le había ocurrido a ella, había cortado los lazos emocionales entre los dos y era capaz de contemplarla con completa objetividad. No estaba dominado

a pesar de haberse criado bajo el dominio de una mente estrecha, había desarrollado una mente abierta; a pesar de todas las ridículas convicciones de su madre, él se había librado de los prejuicios y no temía plantarles cara a los hechos.

Detrás del periódico, Julian se recluía en el compartimiento interior de su mente, donde pasaba la mayor parte de su tiempo. Era una especie de burbuja mental en la que se ubicaba cuando no era capaz de integrarse en lo que ocurría a su alrededor. Desde esta perspectiva podía observar y juzgar y a la vez estaba a salvo de cualquier penetración de fuera. Era el único lugar en el que se sentía libre de las estupideces de sus prójimos. Su madre nunca había entrado, pero Julian la podía ver con absoluta claridad.

El señor Shiftlet dijo que lo que le pasaba al mundo era que la gente no se preocupaba por nada, ni se paraba a pensar, ni quería complicaciones. Dijo que nunca habría podido enseñarle a Lucynell a decir una palabra si no se hubiera preocupado y tomado el tiempo necesario.

no es el escritor el que tiene que ponerse a dar potitos de su gusto al lector, sino que es el lector el que tiene que entrar en el mundo en el que el escritor le instala con su escritura

Cuenta historias, no es moderna, por lo tanto; y además es católica, y se permitió declarar que era desde su fe desde donde narraba,

el hombre moderno siente miedo ante la historia y las historias de hombre, le incomodan, las desprecia, las odia, y trata de acabar con ellas. Porque son la presencia de lo que él quiere destruir y olvidar. Él no viene de ningún lado ni va a ninguna parte, a él no le ocurre nada que pueda afectarlo como acontecimiento, sino como mero suceso que resbala y no deja huella. El hombre moderno quiere ser feliz y redondo, como decía Nietzsche: sin recuerdo, arruga o trauma, ni siquiera de alegría. No tiene nada que contar, ni ve sentido a que le cuenten; y no soporta la narración de cómo han sido los hombres, y de lo que les pasaba.

Como decía Flannery O’Connor, una buena pieza literaria lo es porque tras su lectura notamos que nos ha sucedido algo.