Esparta, 465 a. C. Cinisca se siente fuera de lugar: mientras su padre y su hermano se preparan para la guerra y su madre y su hermana sirven a la ciudad dándole hijos, ella se escabulle a contarles historias a los niños esclavos. Pero sabe que es el hazmerreír de las otras muchachas y que, antes o después, deberá cumplir con su deber como espartana y formar su propia familia.
Todo cambia cuando conoce a un joven misterioso que la defiende de las burlas de los demás. Aunque desconoce su identidad, todos parecen temerlo y respetarlo. Cinisca no descansará hasta averiguar la verdad sobre él; y, sin pretenderlo, se verá atrapada en un amor prohibido por los hombres y los dioses.