Este texto se ocupa de analizar, desde una perspectiva socioantropológica, con profundidad histórica, la trayectoria que han seguido los procesos asociativos en México, en un marco temporal que va del siglo XVII a los albores del siglo XXI. Este análisis se llevó a cabo bajo la premisa de que en este país tenemos severas reticencias para organizarnos, en el mediano y largo plazos, alrededor de un objetivo común que beneficie a un conjunto. Formas de actuar y relacionarse con los otros que nos ha llevado a ser, en el siglo XX, uno de los países con el menor número de organizaciones sociales, por número de habitantes, del continente americano.
En este texto he explorado y analizado las razones de esta contradictoria forma de actuar que demanda, en lo inmediato, unión pero que en la práctica, se disloca a corto plazo. Investigaciones como esta pueden contribuir a comprender dicha forma de enfrentar la solidaridad social y ayudar a delinear acciones para transformarla.
Esto se hace necesario dada la compleja situación de ruptura del tejido social que enfrentamos en México, actualmente. El tema asociativo, como se expone en este texto, está atravesado por formas peculiares de caridad que han prevalecido por siglos, exacerbación de la dádiva gubernamental y una forma precaria de solidaridad que ha tenido enormes dificultades para reproducirse en la sociedad mexicana, tan profundamente diferenciada y desigual.