Lo que llamamos posesión, entonces, es el resultado de la acción de una energía intrusa sobre el campo de energía de una persona viva, hecho que puede objetivarse mediante una bioelectrografía de imágenes kirlian. De modo que, aunque todavía sigamos utilizando el término posesión porque el uso y la costumbre así lo han acuñado, es más propio hablar de influencia o interferencia espiritual.