El palacio de hielo

Cierto que en un momento perdió el equilibrio y cayó en un hoyo lleno de sombras; pero, por lo demás, fue un rato agradable, y el pequeño disgusto se desvaneció de inmediato ante lo que vería a continuación: el gran río que emergía silencioso y transparente del hielo a través de ella, limpiándola, elevándola, diciéndole algo, precisamente lo que necesitaba.

Atrapado por su propia libertad

De repente, todo el mundo conocía a la desconocida Unn

La oscuridad a los lados del camino. No tiene forma ni nombre, pero el que anda por aquí nota que aparece, que le persigue y le hace sentir arroyos corriéndole por la espalda.

Pero de todos modos ya eres mayor para tener tanto miedo.

En ese momento se había entregado a lo desconocido, a aquello que en noches como esa está a tus espaldas.

Y, sin embargo, era necesario que en ese momento se mencionara el tema, al comienzo de esa amistad que estaba a punto de entablarse.

En unas pocas páginas, Vesaas consigue describir con una sencillez y una poesía extraordinarias el proceso de duelo de una niña que no entiende la muerte porque hasta ahora solo ha conocido la vida. Los pensamientos que todos hemos tenido al perder a un ser querido, que yo mismo sentí al salir del tanatorio («¿Cómo puede seguir girando el mundo sin ella? ¿Cómo puede seguir todo inalterable si ella ya no va a volver nunca más ni nunca más nadie va a volver a oír su voz?»)

pero es innegable que he incumplido la promesa. No me acuerdo de cuándo ni cómo el altar desapareció para dejar sitio a mis libros

Somos músicos del viento, atraídos por cosas a las que no podemos resistirnos.
En torno a nosotros todo está desnudo y es nuevo.