Extraños en la cama

No importa cuántas veces se coma; el cuerpo acaba teniendo hambre otra vez. Con el sexo pasa lo mismo. Por muchas veces que se haga, siempre se quiere volver a hacerlo.

Tenía que existir el dolor para poder valorar la felicidad

­tarlo más y salí del lavadero

Por más que lo intentaba no podía abstraerme en el libro. No podía leer sobre dos enamorados que conseguían estar a juntos a pesar de las dificultades. Las pequeñas letras negras bailaban en las páginas blancas y no conseguía formar dos palabras seguidas.

—Si no existiera el dolor, ¿cómo se podría valorar la felicidad? —murmuró.

El sarcasmo, la patética defensa de los indefensos…

No cambiaría ni un solo minuto de los que pasamos juntos, a pesar de lo que ahora estoy sufriendo

Todo era igual y al mismo tiempo todo era distinto. Había demasiadas cosas que decir y demasiadas que no podían decirse.

¿Cómo sabes que algo es perfecto si no pruebas algo que podría ser mejor?

Nunca he conocido a una mujer más mandona que ella.