¿Lo has sentido alguna vez? Que hay alguien ahí, a tu espalda, mirándote.
Nayla sí, desde que tenía 6 años. Al principio era solo una sensación, un escalofrío en la nuca, una presencia incómoda en un cuarto vacío. Durante un tiempo pensó que lo estaba imaginando.
Pero luego lo vio. Ella lo llama El Vigilante. Observa a la gente a su alrededor y nunca desaparece durante demasiado tiempo; les mira durante horas, días, noches enteras. Lo ve en los reflejos de los charcos, en los vagones sucios del tren a medianoche, entre la multitud agolpada en una discoteca que apesta a alcohol.
Esta vez, cuando lo ve, no puede evitar preguntarse si estará vigilando a la niña que ha desaparecido, si es que queda algo de ella que vigilar. Y si su padre la encontrará a tiempo.
Porque Nayla lo ha sabido siempre. Nunca descansa. Está ahí, como ahora mismo.
Vigilando.
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