—¡No, Ian! —Cogí su cara entre mis manos. Sentí su piel dura, tensa sobre los huesos—. ¡No! Yo..., yo también te quiero. Yo, el pequeño gusano plateado de la parte trasera de su cabeza, pero mi cuerpo no te quiere, no puede amarte. Nunca podría amarte en este cuerpo, Ian. Me parte en dos. Es insoportable.