Cuentos completos

Odiar es querer sin amar. Querer es luchar por aquello que se desea y odiar es no poder alcanzar por lo que se lucha. Amar es desear todo, luchar por todo, y aun así, seguir con el heroísmo de continuar amando.

Fue demasiado duro encontrarse de frente con semejante realidad, con el sentimiento de estar muriéndose lentamente sin tener esperanzas de pedirle ayuda a una de las miles de personas que pasan sonrientes por el lado.

buses que hacen pecar con los absurdos pensamientos,

Una fiesta igual a todas, con algunos seductores que hacen estragos en las virginidades femeninas...

he cagado este ambiente durante quince años

La odio a ella por no haber podido vencer a su conciencia y a sus falsas libertades. La odio porque me demostró demasiado rápido que me quería y me deseaba, pero después no supo responder a estas demostraciones. La odio porque no las supo demostrar, pero ese día se fue cargando con ellas para su cama. Yo la quiero, muchacha estúpida, ¿no se da cuenta? Pero apartándonos de eso, la odio porque me originó un problema el berraco y porque siempre se iba con mis palabras, mis gestos y mis caricias, con todo… otra vez para su cama. Pero, tal vez, para nosotros exista otra gloria al final del camino, si es que todavía nos queda un camino… quién sabe…

¿por qué vivo yo todo angustiado y pesimista? ¿Te parece poco estar toda la vida rodeado de amistades, pero no encontrar siquiera una que se parezca a mí?

No sé, pero para mí lo peor de este mundo es el sentimiento de impotencia. Darse cuenta uno que todo lo que hace no sirve para nada. Estar uno convencido de que hace algo importante, mientras hay cosas mucho más importantes por hacer, para darse cuenta que se sigue en el mismo estado, que no se gana nada, que no se avanza terreno, que se estanca, que se patina.

Las odio porque creen encontrar en mí el tónico ideal para quitar complejos, pero no saben que yo los tengo en cantidades mayores que los de ellas… por montones. Las odio, y por eso no se los dejo de hacer, porque las quiero, y aún no he aprendido a amarlas)

todo lo que tengo de cielo para mirar, sí, todo lo que alcanzo, porque nunca he podido encontrar en él la parte exacta donde habita Dios).