Ninguna era tan temida como la bayoneta alemana con el lomo aserrado, a la que los aliados dieron el sobrenombre de «cuchillo de carnicero». Los soldados utilizaban el filo dentado para arrancar las entrañas a los enemigos, causándoles una muerte lenta y agonizante. Era tan odiada que los Ejércitos francés y británico advirtieron a los alemanes que iban a torturar y ejecutar a todos los hombres a los que sorprendieran con una. Para 1917, ya había sido prohibida en combate de forma generalizada. Sin embargo, durante la guerra se siguieron inventando y modificando armas, a menudo con resultados atroces.